4 abr 2010

20.



Te empeñas. No te dás por vencida. Cuando mi corazón no es un peluche. Estuvo en quirófano. Y ahora mismo en reposo. Y no, a la próxima no le va a curar una aspirina. Ni un ibuprofeno. Quizá solo el reparo de que desaparezcas de una vez puede que él vuelva a brillar como antes. Y no es culpa mía, de que haya dejado de brillar. Él me mencionó varias veces que fue tu culpa. Sabías que era su punto débil, sabías que era el arma más letal para atacar y romper al corazón en pedacitos de cristal. Sólo una palabra, de pocas sílabas, sin acento, que empieza por una sútil letra de abedecario llamada eme y termina en a. No la diré por que entonces él volverá a quirófano y ya me lo han dicho todos <>

Es difícil. Él lo sabe. Le costó acostumbrarse a estar sin tí. Por que cuando provocaste que diese brincos, cuando esa vez estalló en éxtasis... Aquel mes frío y lluvioso dónde él notó tu piel, la rozó y ... qué coño, él brilló más que el Sol en un atardecer despejado. Pero es como hacer una pausa y revovinar. Dar marcha atrás y resumir lo que sucedió todo ese tiempo. Aquel tiempo que vivió en mi imaginación. Parece que haya retrocedido diez años en aquel momento. Como una bella historia que inventa una niña, de su príncipe azul y ella la princesa a la que quiere. Pero fue y será eso, producto de nuestra imaginación. Cuando te enfrentas a la realidad es todo más duro y frágil. Luchar por un sentimiento que nisiquiera sabes con certeza para quién es. Pasará el tiempo, correrá más rápido que un avión. Irá tan deprisa que no lo notaré. Pero él lo notará. Como nota la ausencia, la lejanía y la impotencia. Ahora descansa. Calentito, duerme en un profundo sueño. No...no quiero que despierte. Que vuelva a quirófano.

Déjame una aguja, un par de hilos y un reloj. Hago el nudo, pongo la hora y coso mi corazón.

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