19 abr 2010

¡ANGER!

Hay veces que a partir de sensaciones nuevas uno aprende a vivir. Equivocándose y cayendo es la única certeza de que aprenderás los grandes baches de esta vida. Aprendí a ser fiel conmigo misma, pero tengo miedo. No me gusta lo que hay allí fuera. Veneno y más veneno. Te inyectan de forma sútil y silenciosa su pudoroso líquido efervescente, del cual estarás presa. Te conviertes en su presa. Y para tí el es tu droga.
Y ahora, totalmente libre de aquella noción perdida en un tiempo transversal, me encuentro tras millones de papeles escritos con tu nombre. ¿Cómo puede ser posible que ni me acuerde de tí? Y en unos minutos llore por que te eche en falta. Creo que te necesito cuando no tengo a quién acudir. Cuando aquella barrera de piedra, o lo que asemeja en el exterior, no es más que una barrera de cristal que al mínimo roce de un pulgar rompe en añicos. Parecer no significa ser. Por eso tengo miedo. A que mil barreras se rompan y ya me quede sin fuerzas. No es tan fácil construírte tu propia cueva dónde te libras de lo que consideras peligroso. Y mucho más difícil es si sabes que realmente una mosca podría contigo misma. Eres tan débil que te dás verguenza a tí misma. Por eso te odias. ¡Por eso odias el exterior! Y por eso no quieres que te hagan daño. Por que quieres, ese sentimiento de los cuales pocos pueden lucir. Al menos antes solía decir 'Suerte que te tengo a tí.'

Ahora solo me queda mi almohada, mi querido oso de peluche y un montón de caricias que quedan en mi imaginación.

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