19 feb 2010

Don't forget.


Hola, soy Emily. Me siento...me siento obligada a escribir esto. Es inútil, quizá solo para hacer un mínimo esfuerzo de levantarme de la cama. Quizá, solo y únicamente con la opción de desahogarme. He intentado de todo, y no puedo salir de estas cuatro paredes. Me atormece la caída del sol, me abruma el silencio, me enerva la oscuridad. La lluvia me produce escalofríos, los truenos ardor. Ojalá...ojalá hubiese una máquina del tiempo. Yo...yo retrocedería y daría mi vida a cambio de que tú vivas tu vida por mí. No puedo ver como la cama está vacía, no puedo parar de recordar tu rostro. Tus mejillas, disfrutando de lo que poca gente siente, palpa...el viento. Dejabas los brazos ligeros, al lado de las rocas, mientras el sabor a mar endulzaba nuestros sentidos. Me miraste, como cada tarde, sonreíste, y dijiste: La vida....¿cómo puede ser tan maravillosa?

Yo lo dí todo por su existencia, ¿vale?. Le dí mi mano, mi brazo, mi vida, mi alma, mi sudor, mi sangre, mi corazón. Él curó mis lágrimas, mi afecto, me hizo volver a sonreír.
Las cosas no iban bien en casa. Mamá tenía problemas en el trabajo y papá estaba en el extranjero. Así que la hermana mayor tenía que cuidar del hermano pequeño. Daniel, de 5 años. Le odié en ese momento. Con una furia incalculable. Bajé las escaleras, aproximándome a la cocina.

-Dejé el desayuno en la nevera. Cuídate cariño, pero sobretodo cuida de Daniel. Tengo que contarte una cosa, no salgas hoy, ¿de acuerdo? A las 7 en casa, sabes que si no es urgente no te lo pediría. Te quiero.

¡Toma ya! Reunión. Ahora sí que estaba enfurecida. Llamé a Daniel para decirle que ya estaba el desayuno, y vino como un trueno. Comió deprisa, mientras me preguntaba con gestos: '¿Y mamá?' '¿Quién nos lleva al colegio?' No paró de señalar a la ventana, en dirección al coche. Es cierto, mamá no ha ido al trabajo en coche. Fue extraño, pero tampoco le dí demasiada importancia. Preparé la mochila a Daniel y fuimos dirección al colegio. Le cogí de la mano, intentando provocar el menor incidente y siendo delicada. Cuidado, cruza por aquí, ven, vamos, venga, ¡que llegamos tarde! Le dí un beso en la frente y le dije que le esperaría a la salida, que intentase darse prisa. Y así es, a las cuatro estaba allí, esperándole. Salió confuso, tuve que ayudarle. No sabía que mamá iba hasta la puerta de clase para coger a Daniel. Cuando llegamos a casa le ayudé a subir las escaleras, con gran sutileza. 'Daniel, ¡te he preparado un bocadillo! ¿A qué no adivinas de qué es hoy?' Y adivinó. Queso y chorizo, su favorito. Sonreí, cansada y fastidiada en parte. Hoy era la fiesta de Bibi y tenía muchas ganas de ir. Estrenaría el vestido que me regaló Aaron el mes pasado, y estaría con él... argh, siempre pasan estas cosas cuando menos lo deseo.

...Y llegó mamá.
Con ojeras, llorando desconsoladamente, sin apenas poder caminar. Corrí hacia la puerta a ayudarla y la recosté en el sofá. 'Mamá, mamá, ¿qué te pasa mamá?'. Me encontraba confusa. ¡Todo iba bien! ...¿O no iba bien?

-Toma, p-p-orfavor...dime que lo que pone en este papel no es cierto.

¿Sabes hasta que punto odié leer ese maldito y dichoso papel? ¿Cómo puede ser que todo girase tan rápido? ¿Tan...deprisa? No puede ser...yo....no quería que pasase esto.

Y los meses continuaron. Cada paseo con Daniel se volvió especial. Cada sonrisa se volvía el mayor de mis deseos. Cada abrazo, cada caricia, el sentimiento más grande y más verdadero que puede existir en la faz de la tierra. Quiero a Daniel. Le querré, y le seguiré queriendo.
La última tarde. Esta vez salía el Sol, así que salimos al campo a merendar, juntos. Jugamos a el juego de los sentidos. Solíamos hacerlo muy a menudo. Yo le entregaba un objeto, lo tocaba y me decía de que se trataría. El primer regalo que le dí fue un osito de peluche y su nombre grabado en el corazón que sostenía el oso. Lo adivinó a la primera, aunque era fácil. La segunda, un collar con su nombre y el mío. Entonces, se paró, palpando cada una de las letras que contenía el collar con forma de corazón, encontrado una leve cerradura que abría el corazón. Al abrirla, en ella ponía una pequeña frase: 'Y aunque estemos lejos, siempre estarás en mi corazón. Emily.' Me abrazó, me abrazó tan fuerte que aún puedo sentirlo. Entonces, me susurró al oído 'Gracias por ser la mejor hermana del mundo, Emily.'
Aquella noche, Daniel me preguntó si podía venir a mi cama a dormir. Decía que llovía mucho y habían truenos. Sonreí, le cogí la mano y entonces sonrió, acostándose a mi lado. Le abracé, cantándole su nana preferida para que pudiese dormir, tranquilo. 'Yo estoy aquí, aquí estaré, para cuidarte, para quererte, para hacerte feliz...'.

Aquella noche Daniel se marchó. Se marchó lejos, muy lejos. Tan lejos que cada minuto que pasa son kilómetros que jamás llegaré a alcanzar. Nadie podrá llenar todo el vacío que hay en mi cama, en mi habitación, en mi alma, en mí. Pero me valgo del recuerdo, y más que del recuerdo, me valgo de él.
Tengo en mis manos su carta, la carta que me escribió antes de marcharse para siempre.

Cuando leas esto Emily es por que mamá te lo dió. Me he ido de viaje, ya sabes, ¡a dónde me dijiste que estaría! Me lo estoy imaginando...todo será azul, tendré alas y una coronita de color amarillo. ¡Y tocaré el arpa! ¿Pero saber lo mejor de todo? Que allí se vive como viven los niños del País de nunca jamás. Sí, mamá me lo contó esta tarde. Me dijo que allí no crecería nunca, ¡que chachi! ¡Y que todos mis deseos se cumplirán Em! ¡Así que tendré muchos aviones de juguete, muchos coches y todos los juegos del ordenador! Seguro que se vive mejor en el cielo. Además allí estan Pablo y María, eso me dijo mamá. Pero Em...mamá me dijo que tú no podías venir. Ni ella, ni papá. Que no vendrías a visitarme, porque aún no tienes alas para volar y llegar hasta el cielo. Pero no te preocupes, ¡yo tengo alas y bajaré hasta la tierra y te visitaré siempre! ¡Te traeré todos los regalos que quieras! ¿Vale? ¡Y no estés mal si algún día no vengo a visitarte! ¡Estaré entretenido con Pablo y María y mis cochecitos! ¡Jajaja! Te quiero mucho mucho Em, muchito.
Daniel.


Yo también te quiero.

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